viernes, 3 de septiembre de 2010

Tres minutos


Siempre he creído que un romance perfecto no tiene protocolo. Ni un final ideal ni una extensa duración, este puede tomar la mas inesperada de formas.

Al final del día, sorprendido por la fria y lluviosa noche, abria mi paraguas, llavero en mano, listo para casa. "Coño, de noche y ta lloviendo". Palabras rencorosas de unos labios hermosos que enojados maldecían pues ella, como yo, entre libros y folletos perdió tambien la nocion del tiempo. Caballeroso y poco hesitante ofreci mi protección y compañía, no fuese don Juan Peniza, digno caballero español, a girar en su tumba sin parar al ver su nieto comportarse de manera menos que ejemplar.

Tres minutos no es un tiempo especialmente largo y puede desperdiciarse muy facilmente: la fila en la cafetería, un video en youtube o en la luz roja de un semaforo. Con mi brazo sobre su hombro y el suyo tras mi espalda tres minutos fueron toda una eternidad. No hubo peleas ni discusiones, no hubo drama ni traiciones, solo tres minutos de pura serenidad. Y aunque cada paso en el mojado asfalto nos llevara mas cerca al final, sonreiamos, incredulos, en un momento que talvez tardariamos años en volver a encontrar.

No intercambiar nombres no fue error ni coincidencia, fueron ganas de no perder segundos en triviales formalidades. Y vendrón los desamores y vendrán nuevos errores porque en la vida siempre te encuentra la realidad. Pero espero que como yo nunca olvides ese momento y esos tres minutos perfectos que pudimos disfrutar.